La perversa vida y el misterioso final de Josef Mengele, el Ángel de la Muerte de Auschwitz - Santiagocibao
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jueves, 7 de febrero de 2019

La perversa vida y el misterioso final de Josef Mengele, el Ángel de la Muerte de Auschwitz

En Bertioga, un pequeño pueblo costero del estado de San Pablo, todos los días se parecían entre sí. Sus pocos habitantes pasaban las tardes en la playa. Era un verano apacible y caluroso. Hasta que esa tarde, de la que hoy se cumplen cuarenta años, un suceso desarmó la tranquilidad cotidiana.
El cuerpo yace en la arena. Un hombre mayor fue escupido por el mar. Lo rodean tres personas. Domina el silencio. Ninguno hace demasiados esfuerzos por reanimarlo. Es evidente que el hombre ya está muerto.
Un policía acude e intenta alguna maniobra. Lo hace sin esperanzas: sólo sigue un difuso protocolo. Si no hubiera testigos, si no estuviera esa pareja mayor que no se despega del cuerpo y que luce muy preocupada, el agente ni siquiera hubiera intentado luchar contra lo inexorable.
Luego, los pasos de rigor. El traslado del cadáver, el certificado de defunción, la identificación del cuerpo, el entierro. En Bertioga, en 1979, vivían unas pocas miles de personas. Para la identificación recurrieron a los documentos que acercaron dos de esas tres personas que estaban junto al cuerpo en la playa: los Stammer, una pareja de origen húngaro que convivía con el muerto.
Según transcribió el médico, el hombre que estaba sin vida en la morgue del hospital tenía 54 años y se llamaba Wolfgang Gerhard. Parecía mucho más viejo. Tal vez por eso, por su mal estado físico para la edad consignada, pareció natural que la muerte se hubiera originado en un ataque al corazón que le sobrevino mientras nadaba en las aguas frías. No se había ahogado. No tenía ninguno de los signos de los que son derrotados por el mar.

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