El cuerpo yace en la arena. Un hombre mayor fue escupido por el mar. Lo rodean tres personas. Domina el silencio. Ninguno hace demasiados esfuerzos por reanimarlo. Es evidente que el hombre ya está muerto.
Luego, los pasos de rigor. El traslado del cadáver, el certificado de defunción, la identificación del cuerpo, el entierro. En Bertioga, en 1979, vivían unas pocas miles de personas. Para la identificación recurrieron a los documentos que acercaron dos de esas tres personas que estaban junto al cuerpo en la playa: los Stammer, una pareja de origen húngaro que convivía con el muerto.
Según transcribió el médico, el hombre que estaba sin vida en la morgue del hospital tenía 54 años y se llamaba Wolfgang Gerhard. Parecía mucho más viejo. Tal vez por eso, por su mal estado físico para la edad consignada, pareció natural que la muerte se hubiera originado en un ataque al corazón que le sobrevino mientras nadaba en las aguas frías. No se había ahogado. No tenía ninguno de los signos de los que son derrotados por el mar.
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